jueves, 23 de junio de 2011

Máscara 14/07/09. (16/07/09)

               Nunca he publicado nada con respecto a alguna actuación del grupo, aunque sí tengo varios escritos guardados. Ahora lo hago. No somos Soda Stereo ni U2, por lo tanto pienso que hablar sobre como funcionan las cosas a este nivel para un grupo es interesante o, por lo menos, divertido. Aunque por lo que he notado a mis veinticinco, mi concepción de diversión no es la más usual.
La noche del martes pasado tocamos en público por primera vez en siete meses. Nuestra última actuación había sido a fines de diciembre en El Huevo de Valparaíso, a las tres y media de la mañana, con un público no superior a veinte personas y un sonido ensordecedor y caótico.
               Esta vez, todo estuvo un poco mejor. Éramos la única banda así que no tuvimos problemas con los horarios de salida, no hubo sorteos, alegatos ni nada parecido. Cuando empezamos a tocar, exáctamente a las doce de la noche, había mucho más de veinte personas y nos sentíamos bien. Supongo que todos estábamos algo nerviosos, pero eso es lo más normal del mundo. A veces, antes de tocar, pueden ser días, estoy en mi casa
pensando en cómo resultará todo, la ropa que voy a usar, el orden de las canciones y lo que voy a decir entre una y otra. Todo eso me hace sentir muy nervioso y me pregunto ¿quién me obliga a hacer esto? No tengo ninguna obligación de hacerlo y prácticamente no gano nada con ello. Eso debe ser lo que llaman pasión, o amor al arte. Tenemos más que el instinto vital solo y no somos tan vagos después de todo.
              Tuvimos nuestro último ensayo el lunes en la tarde y estuvimos a punto de no tenerlo. Habíamos reservado una hora en una sala de calle Gral. Cruz, frente al "Marco Polo" en Valparaíso, hacía una semana atrás y llegamos puntualmente a ocuparla en el tiempo acordado. Esperamos a que el encargado se apareciera por el lugar una media hora; lo llamamos por teléfono, pero lo tenía apagado. Nos había dejado definitivamente plantados. La sala no es ninguna maravilla, pero para nosotros era indispensable tener ese ensayo. A pesar de todo, la suerte no se nos había acabado, pues a menos de una cuadra había otra sala desocupada. Nosotros ya la habíamos visitado antes, pero la habíamos descartado por lo fea, hedionda y sucia que era. Ahora estaba peor, los encargados nos dijeron que en pocos días más la iban a cerrar así que el desorden y la basura tenían mayor presencia, no así la luz ni el aire fresco. No nos quedaba otra, nos cambiamos con todos los instrumentos a cuestas y nos ahorramos $500 por hora. Además, para nuestra sorpresa, la sala sonaba mucho mejor que las dos anteriores donde habíamos ensayado.
               En la Máscara, el público que hay a las doce de la noche no está lo suficiente ebrio como para aplaudir demasiado después de las canciones. Ni siquiera para pifiar o insultar. De este modo, sólo vimos como todos los ojos se ponían sobre nosotros y algunas cabezas llevaban el ritmo. Buena parte de esos ojos mostraban un brillo de lágrimas, pero no era por la emoción que generaba nuestra música y lírica, era por el gas lacrimógeno que se colaba por las ventanas del local desde los alrededores de la Plaza Aníbal Pinto. La represión policial se había hecho presente para aplacar alguna manifestación popular que, estoy seguro, debe haber sido justa y los estragos todavía se palpaban en el ambiente.
              Nuestro set list contaba sólo tres canciones de "En Lata", lo cual me hace sentir muy bien. El resto eran el cover de Pixies "Cecilia Ann" y cuatro canciones nuevas, con una tan nueva que su forma todavía no nos acomoda del todo y cuyo nombre provisorio es "Queens Of The Stone Age", por si eso dice algo.
Tal vez el respetable no lo haya notado, pero gran parte de "Cicatriz" la tocamos sin la participación del bombo de la batería, del cual el mazo del pedal salió volando y tuvo que ser reparado cuando terminamos de tocarla.
              Fue muy agradable ver caras conocidas entre los asistentes. Me acordé de los viejos buenos tiempos en La Ligua.
              Lamentablemente, no voy a poder ilustrar esta primera nota con ninguna foto de lo acontecido, pues el fotógrafo contratado para tan especial ocación no pudo llevar a cabo su misión. Mi hermano cruzó la puerta de la Máscara a las doce cinco de la noche, apenas empezada la actuación, con la cámara fotográfica en su mochila. El portero muy amablemente lo detuvo y le gritó "¡Hey! ¡el pase, el carnet y la mochila!" a lo que mi hermano, en tono militar, respondió "¡Sí, señor!". Esa mínima cuota de sarcasmo lo dejó afuera del recinto y de esta historia a manos del guardia del local. Casi todos sabemos que no es aconsejable discutir más de un instante con guardias de discoteques y mi hermano es uno de los que sabe. Si hubiera llegado más temprano quizás nosotros podríamos haber intercedido y llegado a un acuerdo, pero con la guitarra ya colgada, imposible. Junto a él perdimos la posibilidad de mostrar acá nuestras pintas esa noche y cinco espectadores, de los cuales cuatro nunca nos han visto tocar. Tendrán que esperar hasta la próxima.

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